Abeja

Una de miles que rondan y zumban en torno a uno cuando hay que ir a visitarlas.

Yo era de las típicas que ven una abeja y se van, gritan, zapatean, y todo cuanto escandalo pueda hacerse para canalizar el miedo que estos bichos me provocaban. Hasta en una oportunidad, después de pasarme por cuatro asientos en un mismo colectivo, tratando de esquivar dicho insecto, termine bajándome por que no lo soportaba más.

Hace poco más de un año, mi esposo se decidió por hacer el curso de iniciación en apicultura. Poniendo esto en práctica, correría algunos riesgos, como viajar solo en la ruta, tener algún inconveniente en el campo donde viven nuestras abejas, fracturas o algún otro imprevisto que pudiera impedirle, hacer el trabajo o viajar de regreso a casa.

Ante estos posibles problemas decidí hacer yo también ese curso, y poder acompañarlo en caso que fuera necesario.

Lo que yo no sospeché era que, al interiorisarme en el tema, me iba a enganchar de tal manera que directamente emprendiéramos juntos la realización del apiario, y su trabajo.

Sin el velo, sigo sintiendo impresión al escuchar el zumbido, pero bien equipada, me acerco y las disfruto todo lo que puedo, tanto por su sociedad feminista y perfectamente organizada y los productos que de las colmenas se obtiene, como por la increíble maquinaria natural que son en ellas mismas.