jueves, 20 de septiembre de 2007

Traslación

Lo último que vi al acostarme fue a mi compañero de dormitorio, y su nuca transpirada y revuelta.
No recuerdo si soñé, no tuve tiempo de pensar en eso, por que cuando abrí los ojos y la consciencia se me despabilo, descubrí que me quedaba holgado el cuerpo que llevaba puesto, y el entorno no era aquel donde me había quedado dormida.
Mire a mi costado buscando la espalda de siempre y su respiración entrecortada e indiferente. En lugar de eso, observe que a mi lado dormía un desconocido.
Como la mente es extraña y toma sus propias decisiones, al no encontrarlo, repentinamente y después de muchos años, lo extrañe, aunque no sabia si era a él, o a la tranquilidad que brinda lo conocido, llámese normal si se quiere, para las circunstancias que estaba viviendo inesperadamente.
Pensé en salir corriendo pero no me era posible, no controlaba el tamaño de ese cuerpo y por otro lado no hubo signos de anormalidad en la cara que me observaba soñolienta y que hasta se inclino a besar mi cabeza, para calmar, sin saberlo, la inquietud que me desbordaba, producto del desorden mental que me causaba estar en aquel lugar extraño.
Aproveché el tiempo de ese beso, apenas segundos, para meditar rápidamente, y lograr cierta calma en mi rostro, hasta tanto pudiera entender que me ocurría.
Al pasar los minutos, el cuerpo comenzaba a resultarme más cómodo, así que podía tomarme un instante para razonar.
Pero.. a quien explicarle lo que me estaba ocurriendo? Quien podría dar crédito a esta situación? Por fuera no parecía haber cambios en esa persona en la cual estaba metida.
Siempre tuve miedo a la locura, y a no poder comprobar que no lo estuviera, quien no ha fantaseado alguna vez con la posibilidad de ser encerrado por loco sin estarlo y no tener como demostrar lo contrario?.. Nadie habría entrado en la mente de otro.. Hasta hoy…
Había llegado ese día, sabia que no había perdido la cordura y sin embargo no podía explicar lo que ocurría, pensaba correctamente, solo que había cambiado de cuerpo y no tenía explicación lógica para ello.
Estos pensamientos me mantuvieron callada.
Durante el lapso que utilicé para tomar esa decisión, aquel extraño me hablaba con la familiaridad que traen los años, y dejaba a mi disposición un desayuno abundante, me pareció mucho a simple vista, pero a medida que iba saciando el hambre matutino, sentía que había lugar para más.
Cambie el camisón que llevaba puesto por unas prendas dejadas prolijamente sobre una silla al costado de la cama. Esto me simplificó la tarea de vestirme. Puesto que no hubiera sabido en donde buscar la ropa que me correspondía.
Pero eso no resolvía otras preguntas, quien era yo ahora? Que hacia? Tenia hijos? Como era esa vida?
A pesar de la incertidumbre que esas preguntas me generaban, decidí seguir adelante con la situación. Por que no solo yo conservaba bastante bien la calma, tan naturalmente que llegue a sospechar si seria una característica propia de ese cuerpo ajeno, si no que también la situación me llevaba muy bien a mi, hasta el punto de resultarme agradable por que me había liberado de algunas dolencias óseas que mi verdadero cuerpo había comenzado a padecer últimamente. La calma de aquella casa era placentera y ese hombre que al pasar varias veces a mi lado, me acarició con suavidad y amor impresos en la piel de unas manos ásperas y curtidas quien sabe por que tipos de trabajos.
Para entonces ya era medio día, y en la cocina me esperaba una gran olla con agua caliente donde cocinar un puchero de los bien hechos, con muchas verduras y buen trozo de osobuco. No me achiqué, aunque nunca antes había cocinado tanto.
Encaminado el almuerzo, con la excusa del calor, me lancé a reconocer la casa, mientras abría las ventanas de las distintas habitaciones, así fue que descubrí donde estaba el baño, por que en algún momento del día necesitaría utilizarlo, y no seria coherente preguntar donde quedaba, dentro de mi propia casa.
Tenia que ir previendo complicaciones que se presentarían por el desconocimiento en el que encontraba, me era imposible entender que ocurría, donde estaba mi vida, no había razonamiento posible que me lo explicara.
Así que no podía manifestarlo, por que entonces me hallaría en un problema mayor.
El almuerzo transcurrió tranquilo, apelé a la observación y al sentido común para resolver actos simples y cotidianos, como era por ejemplo hallar los utensilios de cocina. Casi todas las casas acomodan los objetos en lugares similares, así que con precaución fui desenvolviéndome casi naturalmente.
Me mantuve callada, y en cuanto oí al hombre de la casa decir “hasta luego” me relajé, espere escuchar la puerta principal cerrarse y me decidí a explorar aquella casa. Revolviendo un poco halle mi nueva identidad, la del esposo, y supe de los dos hijos que había parido.
Y ahora que haría?
Una ambigüedad me esperaba después de esos hallazgos, junto con el miedo a lo nuevo, sentía un cierto grado de comodidad, por que al fin y al cabo me gustaba como me trataba esa realidad ajena. Alguien me quería, los años no habían instalado la rutina, la casa se respiraba tranquila, con un decorado simple, espacioso y de buen gusto.
Ahora sola, me desenvolvía con soltura. Opté por seguir adelante un tiempo más hasta ver que ocurría. Y si algo me delatara en un futuro ya habría aprendido más de esta persona que ahora habitaba y podría defender con más argumento mi estadía allí. Por que para entonces, como probarían que yo no era la que estaba adentro? y que no me correspondía ese cuerpo, ni esa casa, ni esa vida? Estos pensamientos me intranquilizaron un poco, podía pasar que quien ocupara mi lugar ahora, si es que alguien estaba ahí, reclamara lo que le partencia.
Pero de existir esa posibilidad, esa otra persona que ahora vendría a ser yo, tal vez sintiera los mismos miedos, las mismas preocupaciones, de ser calificada de insana, o tal vez le gustara algo de mi vida solitaria y se quisiera quedar allí.
Era tal la comodidad que comenzaba a sentir que hasta dude si todo lo acontecido había pasado como lo recordaba, pero el desconocimiento del pasado me devolvió la consciencia que estaba perdiendo.
Tenía algunas horas tal vez, para averiguarlo.
Revise fotos, papeles legales de algunas cuentas bancarias, actividades comerciales, y una carpintería estaba a mi nombre. Es decir, de ella.
Sentí vergüenza de escarbar en esa intimidad. Pero la culpa se disipó asumiendo que ahora estaba siendo mía.
Descubrí varias cosas, me llamaba Zunilda Armoa, contaba con 57 años sobre mi espalda,(unos más que los reales, ) tenia una obesidad instalada, y había parido dos hijos, que me habían dado al menos 3 nietos, hasta donde pude averiguar.
Ya sabía algo más de mí, y así era más fácil mantenerme en este lugar.
Pero como era posible que quisiera quedarme allí?
Entre desconocidos?
Si, me sinceré por fin, no era feliz hasta que me desperté aquí.
La tristeza me acaparó, por que de no haber saltado inexplicablemente a este cuerpo extraño, estaría en mi habitual insatisfacción, sola sin compañía y sola de soledad. Hacia muchos años que sabia de los amoríos clandestinos de Joaquín, de sus ausencias injustificadas, ante lo cual prefería desentenderme para no tener que plantear el conflicto, ya que seria yo quien pusiera la solución pues él, en su eterna conformidad, no lo haría.
Lo que restaba de la tarde transcurrió amena, tomé mates acompañados por unas tostadas con dulce casero que yo misma habría preparado días antes.
No me atreví a marcar el teléfono de mi casa, tampoco sonó el de esta.
Y eso me hizo reflexionar.
Que habría de malo en esta casa donde parecía reinar la armonía, para que la verdadera Zunilda no reclamara su lugar?
Nuevamente en casa Evaristo, trajo unas facturas, de las cuales habló maravillas, como tal vez lo haga cada día.
Improvisé un salpicón con los restos del puchero que sobró del mediodía, acompañado de unos bifes que encontré en la heladera.
Había hecho los quehaceres domésticos como cuando era niña y visitaba a los familiares, para dejar muestra de la buena educación, cooperaba en la limpieza y el orden. Me sentí con el mismo deber y así fue como la casa se encontraba ordenada y limpia al a hora de volver a acostarme en esa cama que me recibió por la mañana.
Ya había logrado pasar un día sin ser descubierta y se acrecentaban las fantasías de continuar por mucho tiempo.
Algo en mi conducta no era de lo más común, pues fui interrogada si me encontraba bien y aduje un molesto dolor de cabeza. Con esa excusa me fui a dormir en un horario que no parecía ser el habitual. Por que al retirarme escuche la frase… “debes sentirte verdaderamente mal para ir a la cama a estas horas”
Me costó conciliar el sueño, para cuando lo logre todavía estaba sola en la cama.
No podía todavía, asimilar lo que ocurría pero ya a esta altura de las circunstancias, había decidido no develar mi identidad, aquella que a tan solo un día me parecía tan lejana. Me dormí profundamente.
6.30 am escuche sonar la alarma del despertador.
Busque a Evaristo, en su lugar se encontraba Joaquín. Y otra vez el sobresalto, ahí estaba la espalda y el ronquido de todos los días desde hacía 25 años.
Como una autómata, me vestí, ahí estaban mis pertenencias, pero no como las que había dejado cuando abandone mi casa y mi cuerpo involuntariamente, eso comprobaba que alguien había vivido un día de mi vida, mientras yo vivía el de otro.
No lo había soñado, eso quedaba claro, no estaba loca, eso también quedaba claro, puesto que me desenvolví correctamente al punto de pasar desapercibido semejante hecho. Pero nunca comprendí que había sucedido y como había podido vivir dentro de otra persona.
Sacudí la cabeza, para comenzar el nuevo día con la rutina habitual. Me entristecí inmensamente al asumir que nada había cambiado, que allí estaría conviviendo con las mentiras de siempre, y que de no ocurrir otra traslación, así lo llame desde entonces, no podría experimentar la sensación de bienestar que ya no disfrutaba en mi propio cuerpo.
Nunca se lo mencioné a nadie, pues nadie seria capas de comprender semejante.. tal vez locura? Por que yo tampoco, si me lo hubieran contado, lo habría creído.
Nunca supe que había de malo en esa casa, para que Zunilda no se comunicara para reclamando su lugar, así que me conformó la idea de que en aquello que parece tan bueno, algo malo también habría. y que muchas veces vemos la vida del otro con ojos más benévolos que a la nuestra.
Pasaron ya dos años de aquella aventura, secreta y tortuosa que cada día al levantarme recuerdo con añoranza. Siempre espero que vuelva a ocurrir, y que el destino sea más grato que esto que vivo cada día al despertarme.

4 comentarios:

Alex dijo...

mundos paralelos y por qué no perpendiculares, me encantó!

Fabiana dijo...

alex! gracias por pasar!
si, siempre pienso que pasaria en otra realidad, me da mucha curiosidad!
saludos, hasta pronto!

Anónimo dijo...

magnífico, me encantó su relato. no todos los domingos se levanta uno de la cama y descubre escritoras como vos.
muy bueno, muy pero que muy bueno su relato.

Fabiana dijo...

gracias marcos!